Sin derecho a la tristeza:





Con mucho esfuerzo logre el pasaje a México, hacia algunos años había conocido a unos compañeros de esas tierras y al fin los visitaría. Pero ese viaje iba lleno de muchos mas significados que los que implica un reencuentro entre amigos. El proceso de transformación social que se llevaba en mi país me había cautivado desde un principio, para algunos progresismo, para otros revolución, pero para otros dictadura, dictadura bastante extraña, con muchas mas libertades y reivindicaciones sociales que cualquier otra democracia anterior. En fin, me había identificado desde un principio con ese proceso pero fue mas por emotividad que por comprensión consciente pero, gracias a estos compañeros a los que iba a visitar inicie un proceso de crecimiento que me llevo a comprender el proceso histórico que vivíamos.

El viaje resulto interesante, entre algunas paradas en países intermedios pude ver diferencias sustanciales entre la realidad de mi país y la de aquellos donde nos detuvimos—me impresionaba salir de mi país, ya que para mis padres eso era un lujo inalcanzable— al llegar mi primera impresión fue bastante traumática, pues de México solo sabia alguna cosa mediada por novelas, el chavo y chespirito, fue impresionante ver inmensamente viva la cultura azteca, desde sus formas de hablar como su gastronomía, aun intacta, tacos en digna resistencia cultural, chilaquiles en pie de lucha y una inmensa variedad de picantes que desplazaban por la fuerza cualquier tipo de aderezo europeo.
Igual impresión me lleve con la arquitectura y la cultura general, me hallaba en una ciudad que abarcaba la población de mi país. Pero contrario a todo esto, con una porción de su población víctima de la esclavitud mental mas horrible que se pudiese imaginar —y la alienación en mi tierra es ya bastante grande—, en un país donde los rubios son escasos, los medios de comunicación y la publicidad solo mostraban personas con rasgos eurocéntricos, me pareció estar frente al “sueño americano” construido a golpes. Todo esto sin tener en cuenta el aspecto arqueológico que resulta imponente.

Me encontré finalmente con mis amigos, pero mi emoción me llevo a expresar mis “descubrimientos” con poca diplomacia, lo que genero una ruptura poco conveniente, dada mi situación de turista. Solo uno de ellos compartió mi visión critica de su sociedad, solo que me increpo que a mi perspectiva le hacia falta un poco de realismo, no era tan simple la situación que yo llamaba esclavitud mental, pues en gran parte de la población había movilizaciones, organización y posturas de resistencia, pero que estas no estaban a simple vista debido al alto nivel de represión.

Con la finalidad de llevarme a ampliar mi visión, me invito a un recorrido breve y “autosustentado” —pues mis recursos no eran tan cómodos— a ciertas regiones del país donde se evidenciaba mas esta resistencia y lucha por su libre autodeterminación.
Fuimos a varias partes pero el evento que me cambio la vida sucedió al sur de ese inmenso país.

Luego de mucho andar llegamos a una región liberada en cierto sentido, de la influencia del Estado. Al ingresar a un pequeño pueblo que no tiene mucha diferencia con los de mi tierra natal, la primera impresión que tuve fue que estaba ante un pueblo fantasma, las calles estaban desoladas, los locales cerrados y con señales de abandono. Mi amigo llevaba una cámara e iba grabando la travesía, con la intención de hacer un documental que denunciara esa realidad, llegamos a una casa un tanto descuidada pero envidiablemente grande, nos recibió una anciana que aparentaba tener mas años que matusalén, pero que resulto ser una muy animada jovencita de unos 90 años, luego de hablar una rato con ella entre español y su lengua autóctona mi amigo me dijo que dejara las cosas que iríamos al campo a buscar a los trabajadores del pueblo, caminamos por senderos al rededor de una hora, hasta que nos topamos con uno muchachitos de los cuales el mayor tendría 12 años, acompañados de burros, cargas y juegos infantiles, reconocieron en mi amigo una cara conocida y lo recibieron como una compañero mas de juegos, fui presentado y examinado detenidamente por la alta comitiva infantil, siendo a los poco minutos de interrogatorio aprobado como un camarada más.

Los acompañamos de regreso, entre la carga llevaban masa de maíz molido, madera para leña y algunos frutos autóctonos, el camino de vuelta fue aprovechado por mi amigo para contarme de la situación del pueblo. Este se encontraba justo a en la frontera de la zona liberada por fuerzas populares organizadas y la zona dominada por el Estado Federal, me contó que cuando los pobladores no eran asesinados, prostituidos o esclavizados por los narcos, eran víctimas del Estado bajo la acusación de narcos o guerrilleros y cuando estos no eran sus victimarios la delincuencia común hacia de las suyas. Esta situación llevo a que el pueblo reaccionara con las armas, justa razón. Esto dibujo una demografía bastante particular, pueblos habitados por ancianos y niños, pues las personas en edad productiva en el caso de los hombres, o desarrolladas sexualmente en el caso de las mujeres, sino eran secuestrados o esclavizados, eran asesinados como castigo por su resistencia. 

A esta altura aún no había asimilado la realidad en la que estaba inmerso, pero fue esa primera de tres noches en las que estuve en ese pueblito la que derrumbo toda mi realidad interior, evento que de golpe destruyo todo lo que creí ser y obligo a un parto doloroso e inesperado de un nuevo ser cercano a eso que algunos llamaron “el hombre nuevo”, humildemente volví a nacer. 

Esa noche luego de ayudar a cocinar a los chiquillos con las labores de cocina que ejercían con celo y orgullo, fuimos servidos de un inmenso banquete digno de la comida navideña que tanto celebra mi pueblo en mi tierra. Había suficiente para saciar el hambre mas atroz y después de la comida vendría la actividad que motivaba las visitas de mi amigo, se iniciaba la formación política itinerante de los muchachitos, que en ocasiones la hacia el solo y en otras como esta traía invitados, se les enseñaba a leer y a comprender su porción principalmente.
Fui servido de una suculenta porción, pero al detallar el plato de comida caí en cuenta de que todos estos frutos eran cultivados por pequeñas manos que desde mi ideal y romántica perspectiva deberían estar dedicandose a los juegos y el estudio. La siembra y la vida en el campo es tan dura que no cualquiera la asume como forma de subsistencia, pero para estos niños no hay videojuegos, cuando cultivan maíz y frijoles cantan y el trabajo se convierte en la mas divertida expresión lúdica. 

A mi conciencia vino una avalancha de ideas y recuerdos, que emergieron de la emotividad pero adquirieron orden y sentido en la racionalidad, todo esto se expreso en mi con sendas lagrimas que recorrieron mi rostro y me obligaron a escaparme de la mesa para que no me delataran.

Justo en este momento vino mi mas grande sorpresa y lección política, se me acerco uno de los chicos mas grandes, Miguel y me pregunto con autoridad; —por que llora manito— en ese momento esa figura infantil adquirió un aire de madurez y paciencia propio de una persona de gran recorrido y sufrimiento en la vida, respondí como era de esperarse; —yo no estoy llorando—, —tranquilo, todos lloran, grandes o pequeños todos lloran y esta bien— dijo, para luego agregar; —usted es un camarada que viene de la revolución de chávez, pero parece que no sabe que significa eso, ningún revolucionario y menos los que vienen de la tierra que hoy nos anima debe sentirse triste— fueron las mas profundas palabras que tal vez haya escuchado en mi vida, pero no había terminado el pequeño, que parado a mi lado con las manitas cruzadas a la espalda como si diera un discurso ante una multitud, culminó diciendo;  —desde hace mucho los ricos nos quitaron el derecho a la tristeza, no tenemos nada que perder, eso es lo que nos hace fuertísimos manito, la tristeza es un lujo de los ricos no de los revolucionarios compañero—.

Coño.

Luego de estas palabras recupero su actitud infantil, y yo la alegría.

Al tercer día cuando nos despedimos, sentí una fuerza abrumadora que aún me mueve, ese día nació en mi el más profundo internacionalismo, ese niño sembró en mi, la Patria Grande y el más profundo amor por los Pueblos y compromiso con su Libre Autodeterminación.





Cada vez que me invade frustración ante la reacción consciente o inconsciente de la derecha, cada vez que se golpea la revolución bolivariana, o me topo algún atisbo ideológico en compañeros u opositores que golpea mi moral, recuerdo al profesorcito Miguel, cuya inmensa fuerza me acompaña en los momentos difíciles y que hoy se las comparto.


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Chávez vive


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