Punto de inflexión y retoma del camino






por: Amílcar J. Figueroa S

Mucho se ha opinado sobre el significado del 6D para la continuidad y/o perspectivas del Proceso Bolivariano; se ubica este momento como el punto donde la sociedad venezolana, su proceso político entra en una nueva etapa. En verdad, esto es así para quienes sólo ven el fin de la política en la hegemonía electoral, el control del Gobierno; empero, si nos ubicamos en las posibilidades o no de avanzar en la construcción de una sociedad Socialista, es fácil identificar otro momento como punto de inflexión del proceso, nos referimos al 26 de febrero de 2014, fecha que se hace público el dialogo con la burguesía. Lejos había quedado en el tiempo la posibilidad de alcanzar el punto de no retorno, necesidad que con tanta insistencia señalara Hugo Chávez y, por el contrario, la “guarimba”, de la cual repetimos hasta el cansancio, a manera de auto engaño, había sido derrotada, lograba imponer la Mesa de Dialogo por la Paz. .

Ese 26 de febrero de 2014 el más conspicuo representante de la burguesía, Lorenzo Mendoza, se dirige al país, en cadena nacional facilitada por el gobierno popular, exponiendo, sin vacilaciones, el decálogo de la economía capitalista, contraponiendo abiertamente al modelo en desarrollo y, al contrario de lo que pudiera esperarse, desde la dirección del proceso solo se rebatió la Guarimba, método político-criminal empleado por la sedición contrarrevolucionaria, mas no se dijo una sola palabra en contra de los planteamientos que en materia económica estaba presentando el adversario de clase; más aún, el Presidente exclamó: “estamos listos para arribar a acuerdos con el empresariado”. Desde ese momento quedaba diferida en el tiempo la posibilidad de seguir intentando transitar un camino a una sociedad superadora del capitalismo. El gobierno había asumido, sin reservas, una postura reformista y pensó erróneamente que era posible seguir conciliando la implementación de reformas sociales progresivas, de búsquedas transformadoras, con el orden burgués. De ahí en adelante quedó en la cabeza de la mayoría de la población –de oposición y buena parte del chavismo- que quienes podían manejar la economía eran las y los empresarios; en la mediática oficial se empezó a llamar a la clase calificada por Marx como clase apropiadora con la equivoca denominación de “sector productivo”, calificativo que en verdad corresponde a las y los trabajadores. En la subjetividad se diluían las diferencias entre los dos modelos contrapuestos.

Optar por la reforma no fue un camino lineal, es bien sabido que …”la pugna entre posiciones reformistas y propuestas revolucionarias siempre ha estado presente al interior del proceso bolivariano”… fenómeno que por mucho tiempo pasó inadvertido ya que en definitiva la línea marcaba el rumbo que le diera Hugo Chávez, quien lo condujo por un camino de radicalidad ascendente, sin embargo, una serie de condiciones se fueron acumulando para que aceleradamente, en especial, a partir de mediados de 2011 –cuando por razones de salud empieza a declinar la presencia física del Comandante- el llamado “Estado Mayor Político Militar de la Revolución” se plantease como la posición más viable la moderación de metas, implementar solo una especie de Estado Benefactor, pensando que con ello iba a amainar el ataque de la derecha, desconociendo que en su decadencia histórica el sistema capitalista se ha tornado cada vez más agresivo y que no está dispuesto a aceptar ni siquiera gobiernos reformistas, sino que por el contrario, impone gobiernos que apliquen el liberalismo económico en su expresión más voraz y legislaciones y gobiernos de naturaleza fascista para poder aplicar tales medidas en la economía y, por consiguiente, no concilia, cuestión fehacientemente demostrada en su aptitud frente a otros gobiernos populares y cuyo ejemplo más contundente vendría a ser el caso Griego.  
Ahora bien, una lectura correcta del avance de la contrarrevolución en Venezuela pasa por entenderla como parte de la ofensiva del sistema capitalista global por recomponer su hegemonía, de su esfuerzo por someter cualquier pueblo del mundo donde su dominación esté en cuestión, y, en particular, situarla en el contexto de la ofensiva recolonizadora que sobre América Latina y El Caribe despliega los Estados Unidos de Norteamérica. Es así como, apoyándose en sus inconmensurables recursos mediáticos, dicha ofensiva ha reposicionado en un importante segmento de la población los valores del individualismo, la búsqueda de la riqueza fácil y rápida, el fetiche de dólar y en general, su paradigma civilizatorio y, sobre este sustrato irrumpe por primera vez en nuestra historia política una fracción fascista cuando, por otra parte y en simultaneo, extremó la lógica mercantil, eso que se ha dado en llamar “guerra económica” y ésta, al cabo de poco tiempo, ha logrado alcanzar su objetivo: llevar a  que una gran parte de la nación piense que la dolarización de la economía, la escasez motivada, básicamente, por el acaparamiento, la carestía, sean de absoluta responsabilidad del gobierno y, con ello, incidir en el cambio de la correlación de fuerzas.

Desde luego, el ascenso de la reacción que se venía expresando antes, dio una primera señal en las elecciones parlamentarias de 2010, cuando, ciertamente, logramos una mayoría parlamentaria pero la oposición había obtenido más votos en los grandes centros urbanos, con ventaja en la totalización respecto al Gran Polo Patriótico. Este hecho, lejos de provocar una rectificación a fondo, más bien aceleró la rebaja del programa revolucionario. Se volcó la mirada hacia la “clase media” ideologizada y numéricamente fortalecida por la gran movilidad social generada por las propias políticas del proceso; fue el tiempo en que se tomó el concepto del Vivir Bien del pueblo Aymara, tergiversándolo por el Buen Vivir de la cultura petrolera. Una visión populista-clientelar transversaliza la mayoría de los programas de gestión al tiempo que retrocedemos en la búsqueda de soluciones colectivas, de construcción de espacios económicos crecientemente cumunitarizados.

De tal forma, el pensamiento reformista se va apoderando de la conducción del proceso Bolivariano. Dos hitos sellan dicha hegemonía, a saber: -uno: luego de haberse tenido un contundente éxito electoral en las elecciones regionales para Gobernador@s del 16 de diciembre 2012, se reúne un Consejo Federal de Gobierno donde se instruye hacer más énfasis en que vivíamos un Estado Social de Justicia y de Derecho, en detrimento a que avanzábamos hacia la construcción de Comunas y al Estado Comunal; y dos: -el 4 de diciembre de 2013 la Gaceta Oficial 40.308-Extraordinario 6.118 publica la resolución de la Asamblea Nacional dónde el Plan de la Patria 2013-2019 pasa a ser Ley de la República; en dicho texto al referirse al Objetivo Dos se había suprimido una idea sustantiva incorporada por Hugo Chávez en la versión original, nos referimos a: …”Impulsar nuevas formas de organización de la producción que ponga al servicio de la sociedad los medios de producción e impulsen la generación de tejido productivo, bajo un nuevo metabolismo para la transición socialista.”. En estos dos momentos aparecen  sutilezas que reflejaban que en el Estado se expresaba una correlación de fuerzas donde tenían presencia sectores no interesados en la ruptura con el sistema del capital, más concretamente, sectores cooptados por la burguesía importadora y financiera.

Por su parte, la derecha interna e internacional, en el llamado al dialogo de febrero de 2014, en cuya mesa de concertación le fueron aprobadas casi todas sus propuestas y,  otorgados nuevos subsidios, reconoció la flaqueza de la dirección política que no se decidía a confrontar, menos aún profundizar la Revolución. Se acumulaban además, condiciones para escalar en su ofensiva, de cuales son fácilmente identificables las de mayor incidencia: el vacío dejado por la desaparición física del líder del proceso  e indiscutible factor de unidad de las fuerzas populares; el incremento de la inseguridad, en buena medida promovido desde la propia conspiración; el serio bache ético que deja la presencia de la corrupción en muchas instancias del aparato estatal; pero sobre todo, la caída de los precios del barril de petróleo, que redujo sensiblemente la capacidad de maniobra del Estado, mostraba la imposibilidad de seguir desarrollando el nuevo modelo en medio de la conciliación de clases. Con plena conciencia de sus posibilidades, la derecha arrecia su ofensiva en múltiples direcciones que van desde la “Orden Ejecutiva” de Obama declarando a Venezuela “amenaza inusual y extraordinaria para Estados Unidos” (9/3/2015), pasando por las provocaciones y acciones contra la soberanía, tal es el caso de las iniciativas del gobierno de Guyana o las reiteradas intromisiones de la derecha internacional en nuestra política interna y, por supuesto, desatando ese binomio acaparamiento-carestía que apalancándose en una apabullante mediática, en la experiencia desestabilizadora acumulada en distintos conflictos en el mundo y, de esta manera, paulatinamente va logrando penetrar el llamado “sentido común” de la gente. Mientras todo ello acontecía, tanto desde las instituciones como desde el campo popular hubo, debemos reconocerlo, un descuido del trabajo en el seno del pueblo, una desconexión con la base popular y/o el bloqueo desde la dirección política del proceso del protagonismo del sujeto histórico llamado a dirigir la revolución; la visión estatista se impuso sobre “los poderes creadores del pueblo” y reposicionó la democracia liberal para dirimir la política. El resultado no debió sorprendernos.

¿Qué hacer en las actuales circunstancias?, ¿Cuáles tareas corresponden al movimiento revolucionario?

No será fácil salir con éxito del momento por el cual atraviesa hoy la revolución en Venezuela, supone en primer lugar caracterizarlo correctamente y emprender una profunda rectificación que pasa por reconocer nuestros errores, saber de nuestras fuerzas para emprender la tarea de contener y neutralizar la reacción e impulsar un programa que permita superar déficits históricos que como sociedad arrastramos, a la vez de empujar las tareas estratégicas que la superación del capitalismo reclama. Tener en todo  momento presente que aspiramos una Revolución radical, que luchamos por el Socialismo, la comunitarización, el Comunismo y, por tanto, cualquier política coyuntural, si es revolucionaria, debe estar signada por fundamentos teóricos.

Han asomado los primeros signos esperanzadores, con apenas horas de conocerse el resultado electoral factores de vanguardia del movimiento popular tocan las puertas de  Miraflores reclamando un golpe de timón a la izquierda, llamando a la defensa revolucionaria del proceso, validando el papel protagónico del Poder Popular como condición necesaria para la continuidad del proceso. Esta acción impacta el discurso presidencial quien promete mandar con el pueblo y, precisamente, en tales circunstancias, el camarada Nicolás hace pública la confesión: “La burguesía parasitaria nos engañó… no ha respetado nunca las reglas del juego”… (9/12/15). Evidentemente hace referencia a la violación que los saqueadores de siempre han hecho de los acuerdos arribados en la Mesa de Negociación. Acuerdos que, por cierto, nunca fueron de conocimiento público. Reconoce el Presidente además, que el gobierno popular ha entregado 60 mil millones de dólares a precio preferencial para que la burguesía importadora trajese al país los productos que nunca llegaron a la población, hecho en que se apalancó la oposición para su ascenso electoral y de los cuales se pueden extraer muchas lecciones, pero una fundamental: abandonar el campo de la reforma y decidirse a transitar el camino revolucionario no es posible en armonía con el opresor.

Superado el momento de impacto de los resultados del 6D el Presidente ha propuesto un plan de emergencia y ha procedido a reestructurar el gabinete a efectos de encarar la difícil situación económica. Hasta donde entendemos de los Decretos Presidenciales sobre materia tributaria, del plan económico esbozado por el Ministro de Economía y Vicepresidente del Área Económica, Luis Salas en su escrito “Recuperar la confianza y la expectativas. Recomendaciones de comienzos de año para la política económica”  y el plan de reactivación agrícola presentado por Wilmar Castro Soteldo, Ministro del Poder Popular para la Producción Agrícola y Tierras; el enfoque de la nueva política económica aspira aumentar la productividad en el corto-mediano plazo apoyando fundamentalmente al desarrollo del aparato productivo controlado por “la burguesía nacional” priorizando en una primera etapa por la agricultura y la pesca, y aspira a recuperar las finanzas pechando, por vez primera, al capital financiero. Desde el Estado se rebaja la apuesta a la generación de circuitos productivos controlados por las y los trabajadores, no se contempla comunitarizar la distribución de alimentos y productos básicos, cuestión previsible ya que la dirección política no  visibilizó aquellas experiencias donde el control de la producción por las y los trabajadores ha sido  exitosa y, por el contrario, se sumó a las matrices elaboradas por los “tanques pensantes” del capitalismo en el sentido de que toda experiencia de naturaleza socialista se torna improductiva. Plan de Emergencia para el corto plazo que seguramente habrá que impulsar en medio del creciente boicot oposicionista y teniendo en cuenta la advertencia popular de no poner a “zamuro a cuidar carne”.

Por su parte, el poder popular ha de seguir adelante desarrollando tareas que le son propias, de entrada ha de desechar el derrotismo y la claudicación aunque, con objetividad reconozcamos que hemos sufrido una severa derrota táctica. Nos debe animar el convencimiento de la justeza de nuestra causa y la certeza de que la derecha se desinflará en la misma medida que la gente conozca su programa, ese que durante la campaña y hasta ahora han sabido ocultarle al país, pero que está claramente expresado en documentos como: -resolución de la Conferencia Episcopal, Carta de los 60 economistas, declaración de la asamblea anual de Fedecámaras, carta de Juan Fernández a la MUD etc., donde sus contenidos no son distintos a los que han aplicado en todos los países donde controlan el poder y que, podrían resumirse tal como lo hace Joseba Pérez: “Una vez alcanzada la meta de hacerse con el control de los principales resortes del poder político en cada Estado, los objetivos que persiguen son: a) En el plano internacional reinsertar al país en cuestión en los mecanismos de financiación del capital (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo), abandono o debilitamiento de los mecanismos de integración latinoamericana creados en la última década (ALBA-PETROCARIBE, MERCOSUR, UNASUR, CELAC), adhesión a los tratados o zonas de libre comercio ya existentes (Alianza del Pacífico, con la Unión Europea) o con los que se encuentran en fase de elaboración (Transpacífico-TTIP o Transatlántico-TTP, o de servicios-TIS). Todo ello supone una enorme cesión de soberanía por parte de los Estados que quedan sujetos a reglamentaciones y tribunales internacionales controlados por las grandes empresas multinacionales. Un retorno amplificado al ALCA impulsado por  la  principal potencia regional EEUU y la UE. b) En lo interno tratarán de crear las condiciones para la apertura a la entrada del capital internacional financiero-especulativo mediante la privatización a precios de saldo de empresas y servicios públicos o del Estado; “independizando” los Bancos Centrales para ponerlos bajo control de Directorios en manos de la banca privada; unificando y liberalizando los sistemas cambiarios (dolarizando) alentando la fuga de divisas; desmontando las conquistas en materia de políticas sociales y reglamentación laboral, bajo el objetivo de la “competitividad”. Las consecuencias en cuanto a la disminución de la calidad de vida de las clases populares y el aumento de la desigualdad social serán demoledoras. En un contexto de hegemonía del capital financiero- especulativo a nivel mundial la expectativa de llegada (o retorno) de capital extranjero para la inversión productiva es una falsedad: su planteamiento de inversión es cortoplacista (elevado y rápido rendimiento) basado en la reducción al extremo de los costes laborales (explotación intensiva) y elevados precios de productos o servicios. Su apuesta por los tratados de libre comercio indica su escaso interés por el desarrollo de la economía productiva.”

Por supuesto, un programa de tal naturaleza no podrá ser puesto en marcha en un momento como éste donde la reacción no controla aun toda la trama del Estado, por lo cual, la lucha política llegará al clímax en los días que corren; tampoco podrá ser aplicado en sana paz ya que afectará a gran parte de la población venezolana que ha conocido de grandes beneficios sociales durante el gobierno bolivariano. Necesitaría, entonces, la derecha para la aplicación de su verdadera propuesta completar el cuadro de control político, de ahí actitudes provocativas como la asumida por el prototipo de cuarto republicanismo, Henry Ramos Allup, en la Asamblea Nacional irrespetando a Simón Bolívar y Hugo Chávez iconos fundamentales del pueblo chavista con la pretensión de minar su moral, desvalorizando un elemento en el cual puso énfasis el proceso Bolivariano: el rescate de los valores identitarios de la Patria.

Ahora bien, la movilización popular a fin de impedir el avance de la contrarrevolución ha  de empezar levantando legítimas banderas como: la defensa intransigente de la Ley del Trabajo, de las Leyes del Poder Popular, de las conquistas sociales alcanzadas durante estos años; volver al ejercicio de la democracia protagónica establecida en la constitución del 99. Esta tarea supone volver a abajo, tal como ha dicho Maduro, replicando al Comandante Chávez, “hay que volver a las catacumbas”. Cuestión que no ha de tomarse como una frase lanzada al aire, debe ser la comprensión que cualquier política revolucionaria solo tendrá éxito si se impulsa desde, en y con la gente. Meterse abajo, donde nunca hemos debido salir, es un paso imprescindible para la rectificación; reconocer el sujeto político surgido al calor de este proceso; él está llamado a asumir la hegemonía y conducción del mismo y, ese sujeto está en los Concejos de Trabajadoras y Trabajadores, en las Comunas, en todas las instancias del poder popular; esas son las verdaderas catacumbas y/o fortalezas de la Revolución. Desechar cualquier tipo de aventurerismo, cualquier atajo y desde el pueblo trabajador como sujeto patagónico emprender la tarea de contener y neutralizar al fascismo, es una de las claves para nuestra recuperación.

Desde una perspectiva Revolucionaria mantener movilizado al sujeto garante del proceso debe combinarse con múltiples tareas que van desde consolidar espacios hasta elevar su formación política. Buena parte de nuestros problemas tiene que ver con nuestra inconsecuencia en la elaboración teórica que nos permita dar una lectura apropiada a las características del capitalismo en su etapa de decadencia histórica, además de conocer su desarrollo en Venezuela;  los problemas de la economía y la cultura de la sociedad que queremos transformar. Estas tareas no puede ni debe el pueblo trabajador encárgasela ni a intelectuales divorciados de la realidad, ni a partidos temerosos del arma del conocimiento en manos de las mayorías. Dar el debate de las ideas, combatir el pensamiento burgués deslindado, a la vez, con el reformismo que termina por no cambiar nada en profundidad, será obra de los proletarios en lucha.   

Por último, entendemos que ninguna correlación de fuerzas es inamovible y en la base de la sociedad venezolana existe un contingente, contabilizado en millones, tocado por la idea de la transformación revolucionaria, por la predica socialista de Hugo Chávez; además, se viene gestando algo cualitativamente importante: núcleos que emprendieron una búsqueda colectiva que apunta a la superación del capitalismo. Sujeto con direccionalidad política en construcción pero con importante experiencia y extraordinaria voluntad de lucha y que, sin dudas, puede revertir en  favor del pueblo trabajador la actual situación.

Enero 2016.



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