Publicado por
SeguridadConCiencia
Guennady Ziugánov (PCFR) valora la figura de Stalin y respalda la actual política exterior rusa en la conmemoración del natalicio de Stalin (Josafat S. Comín) [vídeo].
Hay que acabar con el antisovietismo, desarmar a los enemigos de Rusia
10 febrero, 2015
Carta
abierta de Guennadi Ziugánov a los ciudadanos del país
Pravda
Traducido del ruso por Íñigo Aguirre
Estimados compatriotas, camaradas, amigos,
Nuestra patria se está enfrentando a un terrible desafío. Junto a
nuestras fronteras se ha desatado un incendio armado fratricida:
Nuestros “socios occidentales”, utilizando la situación que ellos mismos
han desatado en Ucrania, acusan a Rusia de lo que está sucediendo,
formando un frente unido contra nuestro país. Sus pregoneros hablan
abiertamente de una nueva “guerra fría” y de la necesidad de enseñar a
los rusos a ser sumisos.
Como se puede constatar, el experimento de incrustarnos a la zaga de
la globalización norteamericana ha fracasado. Tampoco está funcionando
esa Europa unida desde Lisboa a Vladivostok. Sobre las buenas
intenciones de nuestros socios mejor no hablar. Los EEUU y la Unión
Europea se esfuerzan cada vez con mayor ahínco en negar a la Federación
Rusa el derecho a su soberanía estatal. Polonia se vuelve a convertir en
un “pasillo”, a través del cual reptan las amenazas contra nuestras
fronteras. La última Conferencia de Múnich también ha destacado por el
tono agresivo y la desfachatez de los halcones de la OTAN.
Al igual que sucediera hace siete décadas, en calidad de arma en la
lucha contra nuestro país se utiliza el fascismo: Pero en los años de la
Segunda guerra mundial la Unión Soviética y las democracias burguesas
pudieron ser aliadas en la lucha contra la peste pada. Ahora los estados
occidentales punteros utilizan al nazismo, sin ambages, con el fin de
lograr sus objetivos geopolíticos. Bajo sus protección las semillas del
fascismo han germinado como brotes venenosos en esa tierra, donde hace
mil años se formase la Rus de Kiev, donde comenzase la historia común de
los rusos, ucranianos y bielorrusos.
Hoy ya son millones los ciudadanos de Ucrania que han resultado
envenenados por la propaganda rusófoba y antisoviética. Una repulsiva
oleada de vandalismo ha recorrido muchas ciudades ucranianas: la primera
diana de los rabiosos jovenzuelos banderistas fue el fundador del
Estado soviético. La destrucción de los monumentos a Lenin, de los
símbolos de la historia y cultura rusas, ya no es posible presentarla
únicamente como un movimiento “desde abajo”, puesto que es algo que
están bendiciendo abiertamente los representantes de los órganos del
Estado.
Es precisamente esa bacanal la que mejor refleja la esencia de lo que
está ocurriendo en Ucrania. No hace mucho lo oímos de boca de la
antigua ministra de educación en el gobierno de Saakashvili en Georgia, y
actualmente cómplice activa de la Junta de Kiev. La fórmula es la
siguiente: “Nuestro enemigo común es el hombre soviético”. Es algo
lógico, puesto que fue precisamente la sociedad soviética la que supo
desarrollar una inmunidad resistente contra el nacionalismo desbocado y
contra el fascismo. Una inmunidad que ahora se apresuran a extirpar.
El antisovietismo y la rusofobia no solo fueron desde un principio la
ideología de la lucha contra el sistema político de la URSS, sino
contra Rusia como tal. En la Unión Soviética, Occidente veía una doble
amenaza. Por un lado, le aterraba el socialismo como alternativa al
orden mundial capitalista. Por otro lado, les causaba pavor el pensar
que era el país más grande del planeta el que llamaba a construir ese
nuevo mundo. Durante siglos, sus espacios infinitos asustaban por su
potencial y sus riquezas incalculables atraían a todos, empezando por la
Orden Teutónica.
La URSS supo plenamente utilizar las posibilidades que le habían dado
la naturaleza y las generaciones de antepasados. A la Unión Soviética
no se la podía asfixiar con sanciones económicas. Tampoco la pudieron
derrotar las hordas hitlerianas por la fuerza de las armas. Pero la
reventaron desde dentro, creando una quinta columna de disidentes
antisoviéticos y descarados traidores. El sabio Alexánder Zinoviev,
quien llegase a estar en las filas de los disidentes, reconoció
sinceramente, que el objetivo real de los que luchaban contra el
comunismo era en realidad Rusia.
Ese furibundo antisovietismo se desbordó en el sangriento octubre de
1993. Para la banda de Yeltsin, los Soviets de diputados populares
fueron el último obstáculo que se interponía en el camino de la criminal
privatización y esquilmación de la propiedad de todo el pueblo. La
humeante Casa de los Soviets (sede parlamentaria. N de la T.) en Moscú,
se convirtió en precursora del Jatyn de Odesa y de las operaciones de
castigo en el Donbás.
La actual grave crisis que vive Rusia ha sido fabricada en los
laboratorios de la CIA. Pero no podría haberse dado sin la complicidad
de las fuerzas proocidentales domésticas, que han lanzado tres olas de
antisovietismo y rusofobia. La primera destruyó la URSS y la unidad
durante siglos de los pueblos bajo el abrigo de Rusia. La segunda
bloqueó los procesos de integración y enterró los intentos de
restablecer la grandeza pasada. L a tercera ha conducido a una guerra
fratricida en Ucrania y al chantaje descarado a la Federación Rusa por
parte de Occidente, quien se ha creído de verdad, que ha podido por fin
poner a nuestro país contra la pared. El nacionalismo banderista, con el
apoyo de los EEUU, está ya librando una guerra contra todos nosotros en
Novorrusia. Si los fürher de nuevo cuño, no reciben su merecido, las
bases de la OTAN aparecerán en Járkov. Creo que hasta los lisonjeros de
los norteamericanos, como Navalny o Nemtsov, entienden lo que eso
significa para los ciudadanos de Rusia.
A pesar de las trágicas lecciones recibidas, en Rusia hoy día se
siguen sintiendo cómodos los antisoviéticos de todo pelaje, que siguen
asestando golpes contra la economía, la ciencia, educación y grandeza
histórica de nuestra patria. En las ediciones impresas, en las pantallas
del cine y la televisión siguen apareciendo de modo regular repugnantes
falsificaciones, que embadurnan con tintes negros los logros de la
época soviética, incluyendo la Gran Victoria.
Es difícil resignarse con esas situaciones, en las que los canales
públicos destinan fondos a la propaganda de agresivos rusófobos y
antisoviéticos. El principal canal televisivo público ha comenzado hoy a
publicitar el estreno de una serie de tintes históricos que se pretende
documentalmente fidedigna. El odio enfermizo de su autor, Nikolai
Svanidze, hacia todo lo soviético y popular deja pocas esperanzas a la
objetividad en la valoración de los acontecimientos. El propio Svanidze,
durante los debates televisivos, siempre acaba perdiendo, le apoya una
parte ínfima de la población: Y cuando la opinión de alguien que se dice
historiador es una y otra vez rechazada por la sociedad, no hay ninguna
justificación para imponérsela a nuestros compatriotas, y menos aun a
costa de sus impuestos.
Son otras voces totalmente distintas las que deben sonar de modo
orgulloso para todo el país. Las voces de aquellos que se enorgullecen
de su pasado heroico, que conservan la memoria de aquellos logros. Pero
son pocas las veces, que son escuchados por los funcionarios. En la
antesala del aniversario de la Victoria del pueblo soviético en la Gran
Guerra Patria, el Estado no ha sido capaz de encontrar dinero para
financiar una película sobre la gesta de los hombres de Panfílov. La
gente estaba reuniendo fondos por todo el mundo para financiarla.
Señores con aire respetable, con un empecinamiento que debería buscar un
mejor uso, una vez tras otra insisten en la demolición del mausoleo de
Lenin y de toda la necrópolis junto a la muralla del Kremlin. Y eso que
saben perfectamente que allí están enterrados los mejores hijos de
nuestro país durante el siglo XX, auténticos héroes de la patria
soviética. No hablan con es grandilocuencia así porque sí. Esa es su
elección vital. Sus llamamientos ocultan la identificación ideológica de
los antisoviéticos rusos y los saqueadores y vándalos banderistas
ucranianos.
El antisovietismo es agresivo, insistente, ingenioso y por ello
contagioso. Sus bacilos empujan al gobierno a ocultar de modo vergonzoso
el edificio del mausoleo durante la celebración de actos solemnes en la
Plaza Roja. El mausoleo de Lenin, es testigo de grandes acontecimientos
y acabó oculto a los ojos de los ciudadanos incluso en el sagrado día
del 70 aniversario del desfile del 7 de noviembre de 1941. El 9 de mayo
de 2015, el día del 70 aniversario de la Gran Victoria, eso no debe
repetirse, pues fue precisamente a los pies del mausoleo donde fueron
arrojados los estandartes de las huestes hitlerianas arrasadas.
Ocultarlo en el día luminoso de la victoria es una sincera ofensa para
los veteranos, tanto los vivos, como los que nos han dejado ya. Es algo
humillante para todos nosotros, herederos directos de los héroes
victoriosos.
El gobierno tiene ya diseñado y aprobado el programa de celebraciones
dedicadas al centenario de Solzhenitsin. Un escritor sobre el que
incluso algunos de sus compañeros de lucha se pronunciaron
inunívocamente. Le acusaban de actuar con fines que perseguían su
interés estrictamente personal, con todos los accesorios propios de la
provocación. Sí, la propaganda occidental convirtió a Solzhenitsin en un
icono del antisovietismo. ¿Pero acaso es eso motivo para darle
preferencia a su aniversario por delante del 200 aniversario del
natalicio de un brillante maestro de la palabra como I. Turguénev, o el
centenario de un escritor sobresaliente como K. Simónov, el 150
aniversario de un pintor brillante como V.Serov o el 100 aniversario de
un compositor genial como G. Sviridov? ¿Acaso la aportación de
Solzhenitsin a la cultura rusa superó la de ellos?
Solo aupando a los auténticos grandes nombres, cabe esperar la
consecución de nuevos logros culturales. En lugar de ello, arrinconan la
literatura clásica rusa en el programa escolar. Valores como el
colectivismo, que está presente en nuestro pueblo desde tiempos remotos,
y que ha servido para salvarnos en los momentos más difíciles, es
presentado como un deplorable vestigio del pasado. En lugar de los
auténticos valores se nos imponen sucedáneos liberales occidentales.
Previendo este peligro, ya el gran M. Shólojov en el lejano 1978
escribió a Brézhnev: “Uno de los principales objetivos de la ofensiva
ideológica es actualmente la cultura rusa, que representa la principal
base histórica, la principal riqueza de la cultura socialista de nuestro
país. Al rebajar el papel de la cultura rusa en el proceso histórico,
espiritual, deformando sus elevados principios humanistas, negándole su
singularidad progresista y creadora, los enemigos del socialismo
intentan de ese modo vilipendiar al pueblo ruso, como principal fuerza
internacional del plurinacional estado soviético, presentarlo como
espiritualmente incapaz, no apto para el trabajo intelectual”.
Los enemigos del socialismo de los que hablaba Shólojov, han hecho su
trabajo. Han empujado a nuestro país al camino de la degradación y la
descomposición. Pero no se van a detener ahí. Las caretas ya han caído.
Ellos no necesitan a ninguna de las Rusias, ni la imperial, ni la
socialista ni la burguesa. Para defender nuestro derecho a un futuro es
necesario cesar de ensuciar y lacerar el pasado de nuestra patria.
Después de las exposiciones, dedicadas a los periodos de reinado de los
Riurik y los Romanov, se debe organizar una exposición no menos
grandiosa dedicada a la época soviética. Es necesario ensalzar los
logros de nuestra cultura. Proponemos editar una colección de 100 tomos
de obras de la literatura clásica rusa, que acabe llegando a las
bibliotecas de todas las escuelas. Llamamos a recordar un fenómeno tan
característico como las fiestas dedicadas a la amistad de los pueblos.
Los niveles de popularidad por las nubes, de los que según los
sociólogos disfruta el actual gobierno, no deben confundirse con la
ilusión de que todo le está permitido. Ese préstamo de confianza popular
lo recibieron los días de la reunificación de Crimea y Sebastopol con
Rusia. Es algo perfectamente explicable, puesto que la parte sana de
nuestra sociedad sigue siendo mayoría. Está dispuesta a respaldar los
pasos que responden a los intereses nacionales, y conducen al
fortalecimiento y renacimiento de nuestra patria. Pero mientras la
carcoma del antisovietismo continúe devorando “la vertical de poder”,
cualquier iniciativa útil puede ser enterrada o desacreditada.
El antisovietismo es el arma de los traidores y los derrotistas.
Conduce a nuestro país al abismo. Los que son hoy inspiradores y
patrocinadores del antisovietismo, representan a las mismas fuerzas
políticas extranjeras, que ya existían durante la guerra fría contra la
URSS. La clase dirigente del Occidente imperialista nunca olvidará, que
durante más de medio siglo, nuestro país fue un obstáculo en su camino
hacia el dominio mundial. No nos perdonarán nuestro pasado socialista.
Van a vengarse por nuestra industrialización y la construcción de una
superpotencia, por la Victoria de mayo del 45 y por el vuelo de Yuri
Gagarin, por la creación de la paridad nuclear y la ayuda a los pueblos
de Asia, África, América Latina, que se libraron del yugo colonial.
Nosotros los comunistas no ocultamos que en la historia soviética no
todo fue fácil. En la vida real eso no sucede. Menos aún en la época de
los pioneros, de los constructores de una nueva sociedad. Pero el PCFR
llama a que todos los ciudadanos de Rusia recuerden, conserven y
defiendan de los ataques, nuestro pasado heroico común. Tenemos por
delante la celebración del centenario de la Gran revolución socialista
de Octubre. En Rusia hay motivos más que suficientes para celebrarlo de
un modo tan amplio, como en Francia celebran los aniversarios de la
revolución francesa. Es algo que debemos reconocer ahora, en la antesala
de la celebración de la Victoria del pueblo soviético sobre la Alemania
fascista y el Japón militarista. No fue casual que Stalin valorase
aquel gran triunfo, como la victoria del sistema socialista y soviético.
Y ese sistema nació en octubre de 1917.
En las filas del Partido Comunista de Rusia hay lugar para el debate,
hay diferentes opiniones sobre según que cuestiones, pero no hay nadie
que esté dispuesto a renunciar a su tierra, a su historia, a su
dignidad. A todos nos une el amor a la patria, el deseo de justicia y
poder popular. Luchamos por el socialismo y comprendemos que no es
viable separado de nuestra tierra, de nuestra herencia, formada a lo
largo de muchos siglos, habitando una casa común, el pueblo ruso y los
otros pueblos. Tenemos muy presentes las palabras de Pushkin: “El
irrespeto por los antepasados es la primera señal de inmoralidad”.
La ofensiva contra Rusia tiene hoy varios frentes abiertos. Se
recurre a todo: desde la presión económica, diplomática, hasta llegar a
la amenaza militar. Un papel muy importante lo juega la ofensiva
ideológica e informativa. El aguijón de los rusófobos prodiga
generosamente el veneno del antisovietismo. Su tarea pasa por apartarnos
de nuestras raíces y privarnos de nuestro pasado heroico, capaz de
inspirar la lucha por un futuro mejor. El objetivo que ha recuperado la
propaganda occidental, es destruir la memoria sobre los grandes logros
de la época del socialismo. Como recambio, pretende inocular el complejo
de vergüenza por nuestros antepasados, inculcar en la juventud el deseo
de deshacerse de esa memoria por la vía rápida.
Para sacar a Rusia de la crisis, para que ante ella se abran nuevos
horizontes, es imprescindible asumir la unidad de nuestra historia:
Reconociendo esto, el Presidente V. Putin, de un modo natural, propuso
tomar lo mejor del pasado. El patriarca Kiril subrayó con énfasis la
aportación de las gentes soviéticas en el desarrollo de nuestro país.
Cuando llega la comprensión de verdades tan fundamentales, hay que
actuar sin demora. Y hay que comenzar por los institutos de gobierno y
sus representantes. Hay que extirpar de ellos, de modo decidido e
irrevocable, la carcoma del antisovietismo.
En noviembre de 1941, en un momento de peligro mortal, Stalin llamaba
a tomar el ejemplo de los héroes, patriotas de todos los tiempos. Un
auténtico patriota no puede hoy renunciar a ningún logro de nuestra
historia milenaria. En esa lucha por Rusia, nos acompañan hoy las
“druzhinas” de la Rus de Kiev y los regimientos del Estado de Moscú, las
milicias de 1812 y los héroes mágicos de Suvorov, los soldados de
Borodino y los héroes del Ejército Rojo, los que combatieron y
aplastaron la intervención extranjera de 1918-1922, y los bravos
combatientes de la Gran Guerra Patria.
Estoy convencido de que el pueblo de Rusia sabrá defender con valor
su derecho al futuro y la verdad sobre su pasado. Seguirá luchando
independientemente de la postura que adopte la élite gobernante. Nuestro
pueblo plurinacional seguirá defendiendo el derecho de sus hijos y
nietos a vivir en un país, que no necesite recibir lecciones del otro
lado del océano. En un país que no sea el comedero de la oligarquía
mundial. En un país, que sobre la base de su gran historia, decida por
sí mimo cómo quiere ser. No me cabe duda de que la juventud de Rusia
desea vivir en la tierra de los héroes y los entusiastas y no de los
traidores y drogadictos.
Todos debemos reconocer, ante la amenaza exterior que se cierne: el
antisovietismo es una forma de rusofobia, y aquel que lucha contra la
historia soviética, es un enemigo declarado de Rusia. Para el
antisovietismo solo hay un lugar adecuado: en el basurero de las ideas
perjudiciales, destructivas y podridas. Unas ideas que no deben
envenenar nuestra vida diaria. La sociedad rusa debe respirar aire
limpio y fresco. El país necesita una atmósfera sana, de orgullo por las
gestas de nuestros antepasados, de fe en el futuro, una atmósfera de
creación y progreso.
Guennadi Ziugánov. Presidente del CC del PCFR.
http://gazeta-pravda.ru/index.php/258-покончить-с-антисоветизмом-—-обезоружить-противников-россии
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
Etiquetas:
Federación Rusa
Guennadi Ziugánov
internacionalismo
Josafat S. Comín
natalicio
Partido Comunista de la Federación Rusa
PCFR
revolución
Stalin
Vladimir Putin
Comentarios
Publicar un comentario